No sé qué pero yo, hoy ni mis muertos
con Mahler y toda la cosa, ni Pearl Jam, ni la santa suerte
de vivir en un departamento sin jardín interior exterior
---ni una plantita, vamos ni sapos, palmerines---
pastizales;
no concreto la imagen, la heráldica de cada cosa: por ejemplo, los
ingenios azucareros, sin dulce nada --un terroncito--.
Sabíamos que se nos iba a subir el azúcar a las barbas,
habrá que sintetizar proteínas, carbohidratos, semen sintético;
azúcar fermentado: alcohol –OH;
con todo, ni la química la biología entiendo,
nadie sacó oro de las piedras, tampoco vida eterna ¡benditos!
Pierdo los dientes, el cabello:
las uñas crecen (se entierran) con los años....
a los señores del belive or not:
un hombre de India o Pakistan o de Almería (exóticos lugares modernistas)
no gustaba de cortarse las uñas y de todo le hacían hasta subirle
los calzones:
cuarenta y dos centímetros de calcio y años y años y años de
sacrificio para que las uñas crecieran tangencialmente;
si así los pechos crecieran, Dolly Parton, seríamos qué cosa;
pechos como melones (melus- melitus) de nuevo la dulzura, baladas
Dafnis y Cloe cosechando melones del verano,
pese a que los pechos no crecen después de los dieciocho,
a menos que la gestación y no amamantes, pero se cuelgan como
el cordón del teléfono (yo te llamo) o la piola del ahorcado.
Después de todo, no somos eternos:
gocemos del abril y mayo que ya vendrá el agosto,
una golondrina de sí sola no hace verano, no crecen los pechos
ni las uñas, créalo o no....
polvo seremos, y a estas alturas, vaya a saber si polvo enamorado;
quizá enormes pechos consagrados por el celuloide, los platillos
mahlerianos, qué otra cosa
el azúcar se disuelve
te friega los dientes y las arterias,
por eso los ingenios y sólo te pagan las horas de la zafra,
zafremos palabras dulces del verano,
ferméntense que ardan –OH, también mis muertos,
scripta manen, todo se combustiona, los cuerpos
se corrompen, desaparecen,
el pelo, las uñas
polvo polvo nada.
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